Esa premisa capitalista que afirmaba que los mercados se autorregulaban por si solos se ha revelado rotundamente falsa y errónea.
Carlos Marx ya lo advirtió: “El socialismo se manifestará en las sociedades avanzadas”. Hoy, ante un panorama económico desolador, el abanderado y defensor a ultranza del neoliberalismo, EEUU, ha recibido una bofetada y se ha tenido que bajar los pantalones al tener que intervenir directamente en la vida económica del país.
¿Quién le diría al prepotente y hegemónico Tío Sam que tendría que adoptar medidas a las que siempre se había opuesto contundentemente? Al parecer, esa premisa capitalista que afirmaba que los mercados se autorregulaban por si solos se ha revelado rotundamente falsa y errónea, demostrando que tan solo era un pretexto de las elites para amparar las actividades fraudulentas de los grupos financieros, que exprimieron hasta la última gota el jugo de los créditos hipotecarios.
Sorprendentemente, los directivos de estas entidades no solo no están siendo juzgados sino que encima reciben finiquitos multimillonarios alarmantes, ante un estado que vergonzosamente ampara a estos delincuentes de las finanzas.
La falacia del crecimiento ilimitado defendida por el Gran Capital se ha desmontado. El crecimiento desorbitado, basado en la pura especulación y la creación de falsas expectativas,supuso un rentable negocio para los bancos, pero resultó ser una autentica chapuza y un saqueo de grandes dimensiones.
Ante este lamentable hecho, el estado norteamericano se vio obligado a intervenir de forma directa con tal de salvar este chiringuito bancario. Un remedio casero que de nada servirá en la gran selva neoliberal.
Pese a la humillación que le supondría a la oligarquía occidental el reconocerlo, esta crisis se muestra ante el resto del mundo como el fracaso de un sistema socio-económico, el ocaso del capitalismo salvaje “made in USA” que ha imperado durante décadas pero que ya está herido de muerte.
Mientras tanto, en el patio trasero, ya empezó a andar una criatura que crece a pasos agigantados, una firme alternativa que defiende una economía que redistribuye la riqueza, que mira por el bienestar de la mayoría y no el de unos pocos. Un sistema que garantiza el crecimiento sostenido y razonable: El socialismo del siglo XXI.
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