El periodista Adrian Moyano, residente en la Patagonia, acompaña desde hace más de quince años las reivindicaciones del Pueblo Mapuche. “Según el mitrismo triunfante y el proyecto de Roca, los argentinos éramos todos blancos”, asegura.
Adrián Moyano, licenciado en Ciencia Política y periodista, no es descendiente de mapuche, pero su familia paterna tiene esa mezcla que Atahualpa Yupanqui definía como “criollo de pata en el suelo con indio ilustrado”. Desde 1991 reside en Bariloche (Furilofche) y hace más de quince años que acompaña las reivindicaciones del pueblo mapuche con su trabajo periodístico. Crónicas de la resistencia mapuche es un libro ineludible que viene a reparar una omisión que a esta altura del partido nos interpela a todos. No existía, hasta la publicación del texto de Moyano, una historia del pueblo mapuche en la Argentina. Quizá más de uno pensará, acaso para tirar la pelota fuera de la cancha, que el problema es que el sujeto de la historia a reconstruir es un pueblo indígena que en su momento eligió no expresarse a través de la escritura.
Los investigadores se refugiaron cómodamente en los archivos y en los relatos que escribieron sacerdotes, viajeros, militares y funcionarios –reales o republicanos– y repitieron viejos prejuicios: el religioso siempre consideró que su misión por estos pagos era “salvar las almas” de los “infieles”. El viajero que transitó por el territorio mapuche libre fue partícipe del etnocentrismo de aquellas épocas y rara vez intentó relacionarse con sus anfitriones o compañeros de travesía en un plano de igualdad. Pero si hace más de dos décadas que empezó un proceso sostenido de revalorización de la narración oral como fuente tan válida como los documentos o los testimonios escritos, la pregunta que cae de maduro y avergüenza es por qué nadie reparó en consultar a los interesados directos, los mapuches, cuando aún hoy, a pesar de la usurpación de sus tierras y de su exclusión sistemática de la “historia oficial”, existen cerca de 50 comunidades en la provincia de Neuquén, 40 en Río Negro y 30 en Chubut.
Como Moyano vive en “los suburbios del Wallmapu” (territorio ancestral mapuche), le interesó confrontar dos de las afirmaciones predominantes y repetidas hasta el hartazgo: que los mapuches vinieron de Chile y que recién hubo mapuches al sur del río Limay después de la “Campaña al Desierto”. Las aseveraciones, plantea el autor, no son inocentes. “La primera procura quitarle el carácter de originario al pueblo mapuche en la Argentina y la segunda sirve para negarles derechos territoriales a las comunidades que habitan en las provincias de Río Negro y Chubut”, aclara el periodista. Los mapuches se desa-rrollaron como pueblo a uno y otro lado de la cordillera antes de la llegada de los españoles. Las comunidades ya tenían como espacios territoriales campos al sur del Limay por lo menos hacia fines del siglo XVIII. Hay crónicas históricas e inclusive estudios arqueológicos que refuerzan esta hipótesis. “El proyecto político que triunfó en la Argentina no sólo negó nuestra matriz indígena sino también la matriz negra y la mestiza”, dice Moyano a Página/12. “Según el mitrismo triunfante y el proyecto de Roca, los argentinos éramos todos blancos que bajamos de los barcos; no sólo el pueblo mapuche sino otros pueblos indígenas fueron excluidos de esta narración. Y todavía no son del todo considerados.” El libro de Moyano incluye los relatos tradicionales del Treg Treg y Kay Kay, dos fuerzas opuestas que se dicen que son como hermanas –la primera asociada a la protección de las especies, entre ellas el che (humano), y la segunda encargada de proteger las aguas–, los combates de Lautaro (gran estratega militar que el pueblo recuerda porque enseñó a combinar la acción de las diferentes armas en el campo de batalla e inventó armas como el garrote arrojadizo) hasta el más reciente conflicto con la trasnacional Benetton y la larga lucha por la recuperación de Pulmarí, entre otros episodios que demuestran cómo el pueblo mapuche sigue peleando. Y resistiendo, desde que llegó el primer contingente de españoles que capitaneaba Diego de Almagro.
Aunque Moyano subraya el valor enunciativo de la Constitución Nacional de 1994, advierte que “a la hora de poner en marcha uno de los recursos que prevé la ley que está en vigencia, que es consultar a las comunidades sobre qué quieren que pase dentro de su territorio, me refiero a las explotaciones petroleras, mineras, turísticas, eso se soslaya olímpicamente”. El reclamo mapuche de máxima en la actualidad en toda la cordillera es la autonomía y la recuperación de la autodeterminación. “Estamos a años luz de discutir estos reclamos frente al Estado argentino. El pueblo mapuche se reparte entre las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut, minoritariamente en Santa Cruz, un poco en La Pampa y en la provincia de Buenos Aires, y cada provincia es un mundo aparte”, señala el periodista.
Como Moyano vive en “los suburbios del Wallmapu” (territorio ancestral mapuche), le interesó confrontar dos de las afirmaciones predominantes y repetidas hasta el hartazgo: que los mapuches vinieron de Chile y que recién hubo mapuches al sur del río Limay después de la “Campaña al Desierto”. Las aseveraciones, plantea el autor, no son inocentes. “La primera procura quitarle el carácter de originario al pueblo mapuche en la Argentina y la segunda sirve para negarles derechos territoriales a las comunidades que habitan en las provincias de Río Negro y Chubut”, aclara el periodista. Los mapuches se desa-rrollaron como pueblo a uno y otro lado de la cordillera antes de la llegada de los españoles. Las comunidades ya tenían como espacios territoriales campos al sur del Limay por lo menos hacia fines del siglo XVIII. Hay crónicas históricas e inclusive estudios arqueológicos que refuerzan esta hipótesis. “El proyecto político que triunfó en la Argentina no sólo negó nuestra matriz indígena sino también la matriz negra y la mestiza”, dice Moyano a Página/12. “Según el mitrismo triunfante y el proyecto de Roca, los argentinos éramos todos blancos que bajamos de los barcos; no sólo el pueblo mapuche sino otros pueblos indígenas fueron excluidos de esta narración. Y todavía no son del todo considerados.” El libro de Moyano incluye los relatos tradicionales del Treg Treg y Kay Kay, dos fuerzas opuestas que se dicen que son como hermanas –la primera asociada a la protección de las especies, entre ellas el che (humano), y la segunda encargada de proteger las aguas–, los combates de Lautaro (gran estratega militar que el pueblo recuerda porque enseñó a combinar la acción de las diferentes armas en el campo de batalla e inventó armas como el garrote arrojadizo) hasta el más reciente conflicto con la trasnacional Benetton y la larga lucha por la recuperación de Pulmarí, entre otros episodios que demuestran cómo el pueblo mapuche sigue peleando. Y resistiendo, desde que llegó el primer contingente de españoles que capitaneaba Diego de Almagro.
Aunque Moyano subraya el valor enunciativo de la Constitución Nacional de 1994, advierte que “a la hora de poner en marcha uno de los recursos que prevé la ley que está en vigencia, que es consultar a las comunidades sobre qué quieren que pase dentro de su territorio, me refiero a las explotaciones petroleras, mineras, turísticas, eso se soslaya olímpicamente”. El reclamo mapuche de máxima en la actualidad en toda la cordillera es la autonomía y la recuperación de la autodeterminación. “Estamos a años luz de discutir estos reclamos frente al Estado argentino. El pueblo mapuche se reparte entre las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut, minoritariamente en Santa Cruz, un poco en La Pampa y en la provincia de Buenos Aires, y cada provincia es un mundo aparte”, señala el periodista.
–¿Esa nación mapuche incluiría a todos o sería una autonomía por cada una de las provincias en las que viven las comunidades?
–Algunas cuestiones no están aún resueltas. No se trata del concepto jurídico de nación sino de encontrar fórmulas que permitan recuperar la autodeterminación en cuestiones como por ejemplo que sean las comunidades las que decidan de qué manera explotar sus recursos naturales, si es que lo deciden, y ver de qué manera se establecen resortes institucionales para que haya mecanismos de diálogo entre los estados provinciales y nacional con representación de las comunidades.
–Algunas cuestiones no están aún resueltas. No se trata del concepto jurídico de nación sino de encontrar fórmulas que permitan recuperar la autodeterminación en cuestiones como por ejemplo que sean las comunidades las que decidan de qué manera explotar sus recursos naturales, si es que lo deciden, y ver de qué manera se establecen resortes institucionales para que haya mecanismos de diálogo entre los estados provinciales y nacional con representación de las comunidades.
–Usted recuerda que los mapuches jamás constituyeron un Estado y que su organización política, que nada tenía de monárquica, es más bien horizontal. ¿Hasta qué punto estas características contribuyeron a la resistencia?
–Históricamente lo que pasaba es que llegaba determinado expedicionario español y negociaba u acordaba con determinada parcialidad del pueblo mapuche, pero las demás parcialidades no estaban sujetas a ese acuerdo. Y eso generó equívocos muy importantes. Pero también me parece que esta es una de las claves por las que el pueblo mapuche alcanzó a resistir en libertad hasta fines del siglo XIX. En otros lugares de América fue “más fácil” o rápido descabezar el movimiento, en cambio esa horizontalidad que tiene el pueblo mapuche dificultó la conquista por parte del español y facilitó la resistencia. Lo que trato de poner de relieve en el libro es la supervivencia de una cultura que está vigente en la actualidad. Los mapuches celebran el año nuevo, depende el año, entre el 20 y el 24 de junio, y en todos los puntos del territorio mapuche cada vez es más la gente que recupera la práctica del año nuevo. Recuerdo que una religiosa me dijo que la noción de Dios entre los mapuches era igual que entre los cristianos, pero en la religión mapuche no existe la idea del Dios trascendente, omnipresente, señor de todo lo creado, sino que hay una circularidad de las distintas fuerzas de la naturaleza frente a la cual el mapuche tiene el compromiso de preservar el equilibrio. Esta espiritualidad que está viva también fue una forma de resistencia.
Ninguno de los conflictos actuales abordados en el libro está resuelto. En los últimos diez años, Benetton ha adquirido aproximadamente 900 mil hectáreas de tierra en las provincias patagónicas de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Desde entonces procedió a cercar territorios y a expulsar a sus habitantes, con el objeto de dar paso a la crianza de ovinos y satisfacer así la demanda de lana que necesita para su industria textil, producción a bajo costo, con mano de obra barata, pero a altas ganancias. Benetton compró los terrenos de la Compañía de Tierras del Sud Argentino S. A., cuya legalidad de los títulos siempre ha sido cuestionada por los mapuches y los abogados que defienden a las familias afectadas, acusadas de usurpación de tierras. “La comunidad está de hecho en la zona sin que nadie le reconozca su título de propiedad comunitaria. Hace pocos meses los jueces negaron el desalojo solicitado por los abogados de Benetton, pero tampoco les dan el título de propiedad. Hay una indefinición en la que se apuesta al desgaste”, repasa Moyano.
“En el conjunto de la sociedad argentina hay una naturalización de un hecho que no es natural, que la Patagonia y La Pampa no era Argentina hasta 1885 –explica el autor–. La Argentina construyó su actual integridad territorial pisoteando los derechos de otra gente que no estaba incluida en su jurisdicción. Con varios compañeros venimos charlando de hacer un libro conjunto sobre la historia de todos los pueblos indígenas para el Bicentenario. Porque el 25 de mayo de 1810 para los mapuches no pasó nada. No había ningún mapuche en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Esto estaba formalizado jurídicamente por los tratados. Cuando uno plantea que Bariloche es producto de un genocidio, la gente salta de su silla, pero es así. Me da la impresión de que todavía en términos generales no hay conciencia sobre estos temas.”
Ninguno de los conflictos actuales abordados en el libro está resuelto. En los últimos diez años, Benetton ha adquirido aproximadamente 900 mil hectáreas de tierra en las provincias patagónicas de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Desde entonces procedió a cercar territorios y a expulsar a sus habitantes, con el objeto de dar paso a la crianza de ovinos y satisfacer así la demanda de lana que necesita para su industria textil, producción a bajo costo, con mano de obra barata, pero a altas ganancias. Benetton compró los terrenos de la Compañía de Tierras del Sud Argentino S. A., cuya legalidad de los títulos siempre ha sido cuestionada por los mapuches y los abogados que defienden a las familias afectadas, acusadas de usurpación de tierras. “La comunidad está de hecho en la zona sin que nadie le reconozca su título de propiedad comunitaria. Hace pocos meses los jueces negaron el desalojo solicitado por los abogados de Benetton, pero tampoco les dan el título de propiedad. Hay una indefinición en la que se apuesta al desgaste”, repasa Moyano.
“En el conjunto de la sociedad argentina hay una naturalización de un hecho que no es natural, que la Patagonia y La Pampa no era Argentina hasta 1885 –explica el autor–. La Argentina construyó su actual integridad territorial pisoteando los derechos de otra gente que no estaba incluida en su jurisdicción. Con varios compañeros venimos charlando de hacer un libro conjunto sobre la historia de todos los pueblos indígenas para el Bicentenario. Porque el 25 de mayo de 1810 para los mapuches no pasó nada. No había ningún mapuche en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Esto estaba formalizado jurídicamente por los tratados. Cuando uno plantea que Bariloche es producto de un genocidio, la gente salta de su silla, pero es así. Me da la impresión de que todavía en términos generales no hay conciencia sobre estos temas.”
La memoria de los olvidados
En Crónicas de la Resistencia Mapuche, Moyano recuerda especialmente a dos escritores argentinos que se han interrogado por la negación y exclusión de los pueblos indígenas en la historia del país: Susana Rotker y David Viñas.
En Cautivas, olvidos y memoria en la Argentina, Rotker subraya que el pasado deber ser articulado para ser memoria. “Toda articulación (todo relato) tiene que ver con la identidad (con lo que se quiere o cree de la identidad) y por eso, ya llevada a un nivel sociohistórico, se hilvana con los discursos de la raza, el etnocentrismo, el autoritarismo, el progreso, la modernidad, la doctrina liberal. Corrijo: el pasado debe ser articulado por el presente para ser memoria. Peor: toda imagen del pasado que no se reconozca activamente en el presente amenaza con desaparecer irreparablemente, como lo advirtió Walter Benjamin.”
Viñas, otro de los pocos que se ocupó del tema con espíritu crítico en Indios, ejército y frontera, lanza una ráfaga de interrogantes: “Si en otros países de América latina la ‘voz de los indios vencidos’ ha sido puesta en evidencia, ¿por qué no en la Argentina? ¿La Argentina no tiene nada que ver con los indios? ¿Y con las indias? ¿O nada que ver con América latina? Y sigo preguntando: ¿no hubo violadas?... ¿Y qué significa ‘integrarse’? Pero me animo a insistir: ¿por qué no se habla de los indios en la Argentina?”.
En Cautivas, olvidos y memoria en la Argentina, Rotker subraya que el pasado deber ser articulado para ser memoria. “Toda articulación (todo relato) tiene que ver con la identidad (con lo que se quiere o cree de la identidad) y por eso, ya llevada a un nivel sociohistórico, se hilvana con los discursos de la raza, el etnocentrismo, el autoritarismo, el progreso, la modernidad, la doctrina liberal. Corrijo: el pasado debe ser articulado por el presente para ser memoria. Peor: toda imagen del pasado que no se reconozca activamente en el presente amenaza con desaparecer irreparablemente, como lo advirtió Walter Benjamin.”
Viñas, otro de los pocos que se ocupó del tema con espíritu crítico en Indios, ejército y frontera, lanza una ráfaga de interrogantes: “Si en otros países de América latina la ‘voz de los indios vencidos’ ha sido puesta en evidencia, ¿por qué no en la Argentina? ¿La Argentina no tiene nada que ver con los indios? ¿Y con las indias? ¿O nada que ver con América latina? Y sigo preguntando: ¿no hubo violadas?... ¿Y qué significa ‘integrarse’? Pero me animo a insistir: ¿por qué no se habla de los indios en la Argentina?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario