Los Foros Sociales Mundiales: ¿sirven para algo?
Continúan siendo necesarios y positivos, en la medida que los movimientos sociales buscan un lugar de encuentro para denunciar las perversidades del capitalismo, compartir diferentes experiencias de tan alejadas geografías reunidas, y proponer procesos de transformación social que conduzcan a la liquidación del sistema. Estos procesos tenían y tienen un valor inicial en aquellos grupos y colectivos que consiguen poner a debate las alternativas anticapitalistas con la participación horizontal y popular de los asistentes. Como valor complementario, tampoco se debe menospreciar la repercusión gratuita en la industria mediática capitalista que tienen los objetivos que se persiguen en los Foros Sociales Mundiales (FSMs), mucho más si tenemos en cuenta que el sistema utiliza estos instrumentos precisamente para condicionar ideológicamente a las poblaciones a que mantengan y se mantengan en los valores del capitalismo.[1]
Continúan siendo necesarios y positivos, en la medida que los movimientos sociales buscan un lugar de encuentro para denunciar las perversidades del capitalismo, compartir diferentes experiencias de tan alejadas geografías reunidas, y proponer procesos de transformación social que conduzcan a la liquidación del sistema. Estos procesos tenían y tienen un valor inicial en aquellos grupos y colectivos que consiguen poner a debate las alternativas anticapitalistas con la participación horizontal y popular de los asistentes. Como valor complementario, tampoco se debe menospreciar la repercusión gratuita en la industria mediática capitalista que tienen los objetivos que se persiguen en los Foros Sociales Mundiales (FSMs), mucho más si tenemos en cuenta que el sistema utiliza estos instrumentos precisamente para condicionar ideológicamente a las poblaciones a que mantengan y se mantengan en los valores del capitalismo.[1]
Continúan siendo negativos, y se han convertido en festivales, según la opinión de James Petras, pero necesarios para las entidades y los personajes que acuden a los mismos, tratando de anestesiar, neutralizar y convertir en una retórica humanitaria y ambigua el mensaje y los proyectos radicales de los primeros.[2] De hecho, hace tiempo que algunas preguntas, pero que nadie se atrevía a hacerlas públicas y abiertas, planeaban sobre cada FSM: es decir ¿más allá de dar a conocer un descontento generalizado sobre el capitalismo, cuáles eran y son los resultados de estos encuentros? ¿Tiene algún sentido seguir manteniendo estos foros internacionales?
Las preguntas, y por tanto la preocupación, empezó a surgir en la medida que se comprobaba que cada vez se veía que concurrían a los FSMs personalidades que tenían más que ver con los gobiernos, con los partidos, con los sindicatos y con los empresarios humanitarios, del establishment que con los movimientos sociales; más entidades de la economía social (cooperativas, bancos éticos, comercios justos, empresas con responsabilidad social [3]), que tenían más que ver con la lógica capitalista de la pequeña empresa humanitaria, que con experiencias transformadoras más allá de la lógica del mercado; con ONGs subvencionadas para ir llenando de paja los posibles discursos y crear confusión en las propuestas radicales de los movimientos sociales; [4] y de militantes de partidos disfrazados de activistas sociales para controlar las propuestas de los colectivos sociales dentro del marco de sus programas y no ser desbordados por la izquierda por estos grupos sociales.
En una palabra, el peso de la presencia de estas gentes y entidades asiduas [5] a los Foros acababa siempre por diluir el discurso antisistema que realizaban los genuinos movimientos sociales. Por tanto, lo que terminaba saliendo en los medios de comunicación sobre los debates que se celebraban era más bien una reprimenda al capitalismo, ocultando de esta forma la riqueza antisistema de los debates y de las propuestas de los colectivos. Cuando alguna de tales posibilidades de acción era publicada, esta tenía más que ver con lo que N. Sarkozy acuño como moralizar el sistema, que con las que proponían acabar con el mismo. Diría que los FSMs son positivos porque me identifico con los colectivos del primer grupo, y negativos porque padezco la influencia de los personajes y asociaciones del segundo grupo.
Los Foros Sociales Mundiales: el viejo capitalismo ha muerto, ¡viva el nuevo capitalismo!
Así como los gobiernos de los países capitalistas se pusieron manos a la obra para defenderlo del fracaso tan ostensible, diciendo e enviando varios mensajes/masajes: hay que refundir/refundar el capitalismo; a recalcar que el capitalismo es intocable como sistema, basta sólo con moralizarlo; que la culpa no es del sistema financiero sino de algunos banqueros avariciosos: lo que ha fallado es el sistema financiero, pero no el libre mercado; una de las causas de la crisis es la búsqueda ciega del beneficio, o debe haber una relación más estrecha entre los bancos centrales y la supervisión.
Algo similar está pasando en los FSMs, dónde las críticas aciertan cuando mencionan las causas, pero en cuanto a las alternativas al sistema, más bien se orientan a apagar el fuego como si fuesen bomberos pagados por ese nuevo capitalismo popular. Se está intentando reconducir, o reciclar, o convertirlo en un capitalismo sostenible, como le gusta definirlo ahora a la canciller alemana A. Merkel, o como explicábamos ya en El vano intento de poner a dieta a la fiera capitalista.[6] La mayoría de las propuestas consisten en mantener o volver al capitalismo regulado, una exhortación a la buena senda de desarrollo bajo el control del magnánimo Estado capitalista.[7]
En los primeros Foros, algunos de los asistentes comenzaron hablando como lobos con lenguaje de ovejas; cambiaron las palabras de imperialismo por globalización, una sociedad sin clases por otro mundo es posible u otra economía es posible, capitalismo por neoliberalismo; este lenguaje se extendió a todos los grupos y, especialmente, a las ONGs, para no herir los sentimientos de quienes las financiaban. Ahora, algunas de las ovejas asistentes han recuperado el lenguaje de los lobos: capitalismo, antisistema, imperialismo, pero siguen comportándose como ovejas en sus propuestas. Hablan de “plantear alternativas radicales e ir a la raíz de los problemas”, y acaban por recitar propuestas que tienen más que ver con el capitalismo asistencial, verde y sostenible, filantrópico y caritativo, que con la transformación del sistema. Lo que señala S, Amín: “reformistas, cargadas/cargados de buenas intenciones y de votos píos, pero nada más”. Algunos ejemplos de tales exhortaciones:
- Nacionalizar los bienes y servicios básicos. Proponen que empresas públicas se encarguen de la gestión del agua, electricidad, salud, educación o comunicaciones.
Establecer un control de capitales, prohibir el sobreendeudamiento y los créditos especulativos, reducir el mercado financiero, desmantelar los paraísos financieros y crear un nuevo sistema monetario.
“Garantizar la soberanía alimentaria y energética, nacionalizar la banca sin indemnización y bajo control social, desmantelamiento de las bases militares extranjeras, reducción del tiempo de trabajo sin disminución del salario, derecho a la tierra y a una educación y a una sanidad pública, entre otros”.[8]
Es bien conocido como, a la salida de la Segunda Guerra Mundial, países capitalistas como Alemania, Francia e Inglaterra tenían nacionalizado alrededor de un 65% del PIB: sectores como el agua, la electricidad, el gas, el carbón, el transporte (terrestre, aéreo y marítimo), algunos medios de comunicación como la radio y la televisión pública, la vivienda, la sanidad, la educación, terreno urbano, etc., estaban bajo el control de Estado. La Política Agraria Común ya es una medida de garantizar la soberanía alimenticia en Europa sin abandonar el sistema de mercados capitalistas. Los bancos centrales ya estuvieron nacionalizados y ejercían cierto control y regulación sobre los bancos privados. Hay países capitalistas en los que no existen bases militares extranjeras. La reducción del tiempo de trabajo sin disminución de salario no impide la dominación del trabajador ni la explotación por parte del empresario (sólo se reduce la plusvalía absoluta). Cuando los gobiernos nacionales controlaban la política monetaria, podían regular el tipo de interés, los mercados bursátiles, financieros, monetarios, crediticios y el endeudamiento familiar y empresarial.
Por tanto, el capitalismo, liberal o neoliberal, regulado o sin reglas, no deja de ser capitalismo. Más que nacionalizar los bancos, hay que confiscarlos, no pagar un duro por ellos. Pero, si hay tanto poder político y social como para tomar esta medida, ¿por qué no confiscar el sector de la producción y del intercambio?, ¿por que no hacer que todas las riquezas del país se conviertan en comunales?, ¿por qué no destruir el capitalismo y sustituirlo por una sociedad sin clases, sin propiedad privada, sin poder, sin Estado, con unos órganos de decisión y gestión colegiados, horizontales, asamblearios? Como dice Raúl Zibechi, “hay que pensar experiencias colectivas que inventen posibilidades de vida más allá del mercado y del Estado”.[9] Ahí está la utopía que hay que asumir, el desafío que hay que afrontar.
Los Foros Sociales Mundiales: entre la anestesia, la retórica humanitaria y la ambigüedad
Sin dejarnos deslumbrar por informaciones cuantitativas que señalan como “durante seis días, más de 100 mil representantes de unos 5 mil movimientos sociales de 150 países debatieron en [el FSM de Belém,] Brasil las alternativas frente a la crisis global”,[10] algunos críticos tenían que llegar y atreverse a denunciar esta lenta pero constante y sutil degradación de los objetivos de los Foros. El Foro de Belém, como muchos de los antecesores, comienza a ser ese espacio y contenido de referencia para hacer esa crítica necesaria:
Samir Amin,[11] economista crítico bien conocido, no tiene pelos en la lengua para decir que los foros corren el riesgo de convertirse en antena repetidora del discurso dominante. Y deja bien claro hacia dónde se tienen que orientar las izquierdas que concurren a los Foros: “no basta con clamar que el liberalismo es una absurdidad socialmente, ecológicamente y políticamente desastrosa. No basta con denunciar. No basta con llevar adelante batallas defensivas. Los frentes de la globalización capitalista son numerosos […] pero no proponen alternativas realizables. Hemos caído en objetivos de corte moral, general, en plan "a favor de un mundo mejor y más justo". ¡Habrá que definir qué es un mundo mejor y más justo, y las estrategias políticas para ponerlo en marcha! Estimo que ahora tenemos que plantearnos la cuestión de las estrategias políticas. No necesariamente unificarse en una organización, pero sí construir una convergencia dentro de la diversidad. Frentes diversos, referencias culturales diversas, objetivos de transformación diversos, formas de luchas diversas, sí... Pero la cuestión política es central y hay que atreverse a decirlo”.[12]
Lo que quiero y debo añadir como importante matiz es que, a pesar de que la cuestión política es importante e imprescindible, no se ha de caer en la tentación de volver a considerar la organización partido, ni el partido como vanguardia de masas, como la única manera de hacer política, como la única manera de participar activamente en política. Frentes diversos, si, pero entonces considerando que las formas organizativas que adoptaron la mayoría de los movimientos sociales son tan positivas y hacen tanta política como cualquier otra agrupación de sujetos sociales históricos, como el partido o el sindicato. “Los movimientos sociales decidieron abandonar” [13] los partidos, por su autoritarismo, su estructura vertical de participación, y su cooptación con los poderes capitalistas, pero jamás abandonaron la política.
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